bastante y muy poco

bastante y muy poco

24 oct 2010

Tiraste la piedra pero no querías esconder la mano. Yo rogaba que lo hicieras y así dejarme agarrar esa piedra y juntarla con las demás. Tengo un montón de esas, ¿sabías? Sí, un frasco lleno en un estante que me mira durante el día, otro abajo de la cama que late mientras duermo y otro en el cajón, donde lo guardo para no tener que verlo. Pero no, no querías esconder la mano. Me mirabas y me hacias preguntas (basta, no desenrosques las tapas de los frascos), preguntas que no supe ni que sé responder. Yo ya empecé a pensar que después de todo lo que siempre me da ganas de llorar es no saber.

Camino por la vereda porque es seguro, lindo y así nadie me puede atropellar. Puedo detenerme a mirar mil vidriaras y elegir qué comprar y qué no. No quiero caminar por la calle. No sé cuántos bocinazos estoy dispuesta a escuchar. La calle es ancha y tiene varios carriles y yo sólo sé caminar por ella a la hora de cruzar, de atravesarla. Nada está mal o bien, lo sé. Pero éste es mi mundo, donde siempre es otoño y me divierte pisar las hojas secas haciendo mucho ruido mientras camino por la vereda.